Si Anthony Poppa Urria no
llevara pañales, nadie se creería que tiene dos años y nueve meses de
edad. Mientras sus compañeros de clase andan cantando canciones y
garabateando con ceras, este pequeño canadiense ya habla tres idiomas
(inglés, español y un poco de rumano), sabe leer frases completas de
libros que no ha visto antes, recita el alfabeto en orden correcto e
inverso, cuenta hasta mil, se sabe los planetas del sistema solar y sabe
resolver puzzles de hasta 70 piezas.
En otras palabras, es uno de los
bebés más inteligentes de Norteamérica. Los expertos le han achacado un
coeficiente intelectual de 154, un poco menos que los de Albert
Einstein o Stephen Hawking. Por eso, acaba de ser admitido en una de las
escuelas de Mensa, una organización británica que solo admite a gente
con una inteligencia excepcional, presente en el 2% de la población.
Fue su abuela Felicia, que es quien
cuida del niño cuando sus padres están trabajando, la primera en
detectar que Anthony no era un chico normal. “A los cuatro meses
estaba muy alerta; todo le despertaba curiosidad. A los seis, me dí
cuenta de que sabía identificar las letras del alfabeto”. El niño
todavía no hablaba, pero cuando le ponía delante tres cartulinas con una
letra diferente cada una y le pedían que señalara la letra C, él sabía
cuál era.
A los diez meses, ya sabía
deletrear el alfabeto fonéticamente. Aun así, su madre, Laura, no quería
dar nada por sentado. El niño podría haber memorizado las letras del
alfabeto sin entender qué querían decir. Así que se llevó a Anthony a
Londres para que fuera examinado por una experta en la materia, Joan
Freeman. La doctora le explicó en su informe: “Saber nombrar cosas,
aunque sea de memoria, ya es parte del proceso de aprendizaje. El poder
describir para qué sirven son habilidades más avanzadas, que de todas
formas Anthony sabe hacer por encima de su edad”.
Freeman envió sus resultados a un
tribunal de Mensa en Canadá. Entre ellos estaba Vicki Herd, que recuerda
que cuando vio los exámenes, pensó, “Anda, hemos debido cometer una errata al copiar la fecha de nacimiento”.
Y es que Anthony se ha convertido en una
de las personas más jóvenes que hayan sido admitidos en Mensa (en
Canadá solo hay siete alumnos de menos de 10 años), y uno de los niños
con mayor coeficiente intelectual de su continente. En marzo, se
descubrió la inteligencia de Emmelyn Roettger, que con dos años ya
mostraba su coeficiente de 159 (irónicamente, sus padres creían que lo
que sufría autismo: en realidad era que necesitaba gafas). Y en Europa,
hace un mes, se descubrió a una pequeña Einstein británica llamada Heidi
Hankins.
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