Por Johnny Arrrendel
Todo
mundo sabe que por errores de conducta y manejo, la valoración de Sammy
Sosa como celebridad ha venido en decadencia, tanto en el ámbito local,
como internacional.
Se
recuerda que a raíz de su disputa por el titulo jonronero con Mark
MacGwire, Sosa alcanzó tanta popularidad en Chicago, donde jugaba para
los Cubs, que solo Michael Jordan estaba por encima de él.
Sin
embargo, cuando sus condiciones y rendimiento comenzaron a declinar,
sobrevino el incidente del bate con corcho, que Sosa alegó utilizaba
solo para practicas, excusa que la fanáticada no le compró.
Aunque
nunca ha sido acusado formalmente, Sammy no atravesó indemne la Era de
los Esteroides, y al comparecer ante el Senado estadounidense cometió la
ligereza de decir que “se le había olvidado hablar inglés”.
Para
colmo, su último día como jugador de los Cachorros fue traumático, ya
que marchó antes de terminar el partido y cuando trató de rebatir la
queja del equipo, las cámaras de seguridad interna demostraron que el
dominicano mentía.
La
popularidad de Sammy entre sus colegas peloteros norteamericanos,
latinos y hasta uno que otro dominicano, se vio afectada por su conducta
en los camerinos, donde acostumbraba escuchar música estridente.
Al
momento de celebrar sus grandes fiestas de cumpleaños, Sosa procuró
siempre atraer celebridades extranjeras, mientras daba de lado a
peloteros locales, quienes le tomaron animadversión por su actitud
excluyente.
Pero
veamos lo que cuenta sobre Sosa el escritor estadounidense Mark
Kurlansky, en su libro “Las Estrellas Orientales”, una visión de como el
Béisbol de Grandes Ligas ha cambiado el pueblo de San Pedro de Macorís.
Es
su estudio histórico, sociológico y económico sobre la comunidad de San
Pedro, Kurlansky encuentra que muchos lugareños aborrecen a Sosa porque
alegadamente, hace poco por ellos, pero en cambio habla mucho,
Sobre
el manejo de Sosa en su rol de celebridad, Kurlansky refiere que en
1998 aceptó una invitación a Nueva York, donde entregó al alcalde Rudolf
Guilliani el “bate con el que conectó el jonrón 60”, en la estación que
terminó con 66.
Sosa
no escatimó esfuerzos para adular a las autoridades neoyorquinas, y
también al gobernador Georges Pataky, le hizo entrega del “madero con el
que disparó el cuadrangular 59”, durante su celebrada disputa con
Marck MacGwire.
Sin
embargo, al otro día, el Salón de la Fama de las Grandes Ligas precisó
que tenía en su poder ambos bates de valor histórico, y Sammy lo
admitió, pero alegó que mintió porque la emoción le traicionó al estar
ante Guilliani.
Cuenta
el investigador que en 2000, Sosa regaló a su propia Fundación la Plaza
30-30, situada en San Pedro de Macorís, y así logró que el fisco
estadounidense le rebajara un millón de dólares al valor que debía pagar
por concepto de impuestos.
Pero
poco después se descubrió que en lugar del dispensario de salud que
Sosa decía mantener, donde supuestamente 150 niños recibían comida y
medicamentos, la Plaza 30-30 alojaba una boutique, un salón de belleza y
una discoteca, regenteados por una hermana de Sammy.
Más
tarde se difundió que la Fundación Sammy Sosa estaba quebrada, y su
administrador Arti Sandoval acusó al pelotero de utilizarla como
subterfugio para reducir el monto de sus impuestos.
El
libro relata también un incidente entre el beisbolista, sus asesores y
la influyente entidad norteamericana Congreso por la Igualdad Racial
(CORE), que el 1999 seleccionó a Sammy para recibir el “Premio
Internacional a la Hermandad”.
Para
aceptar el galardón, Sosa exigió a la institución civil que un avión
jet le pasase a buscar por Santo Domingo, y le llevase directo a Las
Vegas, donde con boletos incluidos iría a disfrutar de una pelea del
entonces campeón mundial Mike Tyson.
Además
del jet y las boletas para el combate, Sosa también reclamó a CORE que
le permitiesen vender bolas autografiadas y otros souvenir durante el
homenaje que le rendirían.
El
conflicto llevó al presidente del Congreso por la Igualda a proclamar
la necesidad de que Sammy aprendiese a lidiar con “sus 15 minutos de
fama”.
Por
ultimo, el libro de Kurlansky, deja entrever que Sammy descuidó a
algunos de sus familiares, a pesar de los millones ganados, como el caso
de su abuela, que entrevistada por una cadenas internacional de
televisión, supuestamente pidió dinero a los periodistas extranjeros.
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