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OnMovies Santiago

miércoles, 8 de febrero de 2012

El descaro de Sammy Sosa

 
 
Por Johnny Arrrendel
Todo mundo sabe que por errores de conducta y manejo, la valoración de Sammy Sosa como celebridad ha venido en decadencia, tanto en el ámbito local, como internacional.
Se recuerda que a raíz de su disputa por el titulo jonronero con Mark MacGwire, Sosa alcanzó tanta popularidad en Chicago, donde jugaba para los Cubs, que solo Michael Jordan estaba por encima de él.
Sin embargo, cuando sus condiciones y rendimiento comenzaron a declinar, sobrevino el incidente del bate con corcho, que Sosa alegó utilizaba solo para practicas, excusa que la fanáticada no le compró.
Aunque nunca ha sido acusado formalmente, Sammy no atravesó indemne la Era de los Esteroides, y al comparecer ante el Senado estadounidense cometió la ligereza de decir que “se le había olvidado hablar inglés”.
Para colmo, su último día como jugador de los Cachorros fue traumático, ya que marchó antes de terminar el partido y cuando trató de rebatir la queja del equipo, las cámaras de seguridad interna demostraron que el dominicano mentía.
La popularidad de Sammy entre sus colegas peloteros norteamericanos, latinos y hasta uno que otro dominicano, se vio afectada por su conducta en los camerinos, donde acostumbraba escuchar música estridente.
Al momento de celebrar sus grandes fiestas de cumpleaños, Sosa procuró siempre atraer  celebridades extranjeras, mientras  daba de lado a peloteros locales, quienes le tomaron animadversión por su actitud excluyente.
Pero veamos lo que cuenta sobre Sosa el escritor estadounidense Mark Kurlansky, en su libro “Las Estrellas Orientales”, una visión de como el Béisbol de Grandes Ligas ha cambiado el pueblo de San Pedro de Macorís.
Es su estudio histórico, sociológico y económico sobre la comunidad de San Pedro, Kurlansky encuentra que muchos lugareños aborrecen a Sosa porque alegadamente, hace poco por ellos, pero en cambio habla mucho,
Sobre el manejo de Sosa en su rol de celebridad, Kurlansky refiere que en 1998 aceptó una invitación a Nueva York, donde entregó al alcalde Rudolf Guilliani el “bate con el que conectó el jonrón 60”, en la estación que terminó con 66.
Sosa no escatimó esfuerzos para adular a las autoridades neoyorquinas, y también al gobernador Georges Pataky, le hizo entrega del “madero con el que disparó el cuadrangular 59”, durante su celebrada disputa con Marck  MacGwire.
Sin embargo, al otro día, el Salón de la Fama de las Grandes Ligas precisó que tenía en su poder ambos bates de valor histórico, y Sammy lo admitió, pero alegó que mintió porque la emoción le traicionó al estar ante Guilliani.
Cuenta el investigador que en 2000, Sosa regaló a su propia Fundación la Plaza 30-30, situada en San Pedro de Macorís, y así logró que el fisco estadounidense le rebajara un millón de dólares al valor que debía pagar por concepto de impuestos.
Pero poco después se descubrió que en lugar del dispensario de salud que Sosa decía mantener, donde supuestamente 150 niños recibían comida y medicamentos, la Plaza 30-30 alojaba una boutique, un salón de belleza  y una discoteca, regenteados por una hermana de Sammy.
Más tarde se difundió que la  Fundación Sammy Sosa estaba quebrada, y su administrador  Arti Sandoval acusó al pelotero de utilizarla como subterfugio para reducir el monto de sus impuestos.
El libro relata también un incidente entre el beisbolista, sus asesores y la influyente entidad norteamericana Congreso por la Igualdad Racial (CORE), que el 1999 seleccionó a Sammy para recibir el  “Premio Internacional a la Hermandad”.
Para aceptar el galardón, Sosa exigió a la institución civil que un avión jet le pasase a buscar por Santo Domingo, y le llevase directo a Las Vegas, donde con boletos incluidos iría a disfrutar de una pelea del entonces campeón mundial Mike Tyson.
Además del jet y las boletas para el combate, Sosa también reclamó a  CORE que le permitiesen vender bolas autografiadas y otros souvenir durante el homenaje que le rendirían.
El conflicto llevó al presidente del Congreso por la Igualda a proclamar la necesidad de que Sammy aprendiese a lidiar con “sus 15 minutos de fama”.
Por ultimo, el libro de Kurlansky, deja entrever que Sammy descuidó a algunos de sus familiares, a pesar de los millones ganados, como el caso de su abuela, que entrevistada por una cadenas internacional de televisión, supuestamente pidió dinero a los periodistas extranjeros.

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